¿Quiénes somos?
Por Ricardo Arturo
Ríos Torres
La nación es la comunidad con afinidades emocionales, culturales
espirituales y una identidad singular.
El devenir de Panamá como nación lo inicia en el Siglo XVI.
Somos la hija natural de un parto difícil, doloroso y traumático.
Las aves de rapiña nos violan físicamente, pero conservamos la virginidad del
alma.
Somos una nación
aluvional y laberíntica.
Somos
heterogéneos, de múltiples herencias, la diferencia nos caracteriza.
Somos muchos rostros en uno.
Somos una nación multicolor, pluricultural.
Somos el hermoso mestizaje de un activo proceso de
interfecundación colectiva.
Somos la raza
cósmica de José Vasconcelos.
Somos una esponja que
recibe las aguas bautismales de diversas latitudes, aquí se licúan y surge
una personalidad sumativa, con identidad propia: La nación panameña. De todo lo sucedido aquí queda la huella
ontológica. El proceso creativo es permanente.
Somos tolerantes,
receptivos a las innovaciones, somos cosmopolitas.
Somos una nación cinética, aquí el cambio es cotidiano. El
ser nacional se construye día a día con trabajo responsable, el talento,
sacrificios y anhelos de los que edifican la
patria común.
La conciencia de pertenencia hace posible la épica de la Soberanía y
orienta a la juventud en la saga nacionalista que elimina el enclave colonial.
El pasado es algo vivo para los panameños, siempre presente;
es el sitio donde están los aciertos y errores. Lope de Vega en 1613 publica La Dama Boba e introduce con
ironía y humor el estribillo oral Viene
de PANAMÁ.
El primer perfil del panameño surge en el Siglo XVII:
Somos diferentes a los criollos de Tierra Firme, vestimos con
trancelín en el sombrero, cadenita de oro al cuello, la daga en banda colgando,
de fácil vocablo, enfadosos y mal criados. Agrego con dientes de oro.
Somos el país
espejo con arquetipos como José Domingo Espinar, Tomás Herrera y
Eusebio A. Morales.
Somos hijos del conflicto de intereses mundiales como los
Panama Papers. Somos seres paradójicos, de dualidades. El acontecer panameño es
el aprendizaje del infortunio,
nada debe avergonzarnos ni excluir, superamos el dolor y el odio al cicatrizar
las heridas con nuevas esperanzas.
Somos de radicales extremos con decisiones instantáneas, del
culto a lo inmediato, impulsivos; nada nos sujeta, ningún patrón o modelo.
Somos peculiares al resolver las penurias ante la crisis
permanente que nos agobia. El estilo de vida se da al adaptarse a cualquier
circunstancia, en tiempos de Noriega cerraron los bancos y sobrevivimos con
astucia.
Somos efímeros, sin el sentido institucional. La improvisación
es lo habitual. La hora panameña
nos hace llegar tarde, todo lo dejamos para última hora.
Somos irresponsables al ignorar que el tiempo es oro.
El juega vivo, herencia colonial y perfeccionada aquí, nos lleva a buscar
lo fácil, al nunca acatar las leyes y burlarse del orden establecido; nos
valemos del amiguismo y la influencia.
La ganancia especulativa sin pudor es la norma como los
negociados de Odebrecht y el saqueo de los fondos públicos con contratos
leoninos, el gobierno de Martinelli es el ejemplo más reciente.
Somos del montón, pasamos agachados ante cualquier problema. La mediocridad al hacer lo
mínimo, es el modelo a seguir.
Somos adictos a la filosofía del azar, la lotería es nuestro Dorado. Sálvese
quien pueda es la consigna.
Somos fiesteros con, cualquier excusa celebramos una rumba. El
eterno carnaval con imágenes burlescas y mascaradas que lo disfrazan todo es la
conducta de la mayoría.
Gaspar Octavio Hernández, lo expresa así: Nos
ridiculizamos mutuamente. Nos devoramos a dentelladas como fieras enemigas. Nos
destrozamos en justas inútiles y risibles. Entre nosotros impera un estado de
inercia, mucha intolerancia y prevalece un ambiente deletéreo. Desdeñamos lo
propio y aplaudimos lo que procede del exterior. Somos un país donde la farsa,
la adulación y la ruin astucia impera.
Somos solidarios, desprendidos y generosos. Ayudamos cualquier causa.
Somos hospitalarios, el extranjero se siente en casa.
El alma nacional con lírica y música canta:
Panamá es el arrojo del conquistador,
el mutismo del aborigen,
la sutil ironía del negro colonial,
la sed de lejanía del oriental
y los sueños del mestizo por hacer
realidad
la patria de los afectos.
Recomiendo para más información la lectura de Los Rostros del
Tiempo.
Panamá, enero 2017.
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