“Cuando expire, mis cantares
nunca dejes de cantar:
mientras mis cantares cantes
siempre vivo me tendrás.”
Darío Herrera:
Darío del Carmen Herrera, nació en la ciudad de Panamá, el 18 de julio de 1870. Hijo de don Lino Clemente Herrera, natural de Vélez, Colombia y doña Juana de la Rosa, natural de Penonomé, Panamá. Se educo con gran esfuerzo siendo autodidacta.
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Federico Escobar:
Su verdadero nombre es José del Carmen de los Dolores Escobar. Nació en la ciudad de Panamá, el 16 de Julio de 1861, en un hogar humilde, pero lleno de virtudes. Su madre, Manuela Escobar, muere cuando Federico frisaba los nueve años de edad. Huérfano de padres, pasó a la tutela de su tío José Manuel Escobar quien trató por todos los medios de proporcionarle los conocimientos necesarios para que pudiera defenderse en la vida. Debido a su condición humilde, no pudo asistir a los colegios privados que existían en su época, pero logró hacerse un nombre por su propio esfuerzo. Se dice, que los papeles que con mayor interés y aplicación leía, eran aquellos que tuviesen versos; pues, desde niño se inclinó a la exploración del campo florido de las musas.
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La criolla panameña,
por Federico Escobar
Lleva el pelo formado en dos nudos
sujetados con lindas peinetas,
y a la vez con enormes tembleques
do relucen blanquísimas perlas.
Coronada de muchos jazmines
el ambiente perfuma doquiera;
y un sombrero muy guapo de paja
se coloca sobre la cabeza.
Vedla: al hombro se cruza buen paño;
es limeño, con flecos de seda;
y una gruesa cadena de oro
con grandes escudos, al cuello le cuelga.
La camisa es de género fino
y formada con dos arandelas
(la camisa no cubre los brazos
ni los hombros de la panameña).
A su talle se ajusta las faldas
de clarín que se llaman pollera,
sujetadas con cuatro botones
que quizá muchos duros le cuesta.
Sus zapatos son finos, por cierto
son babuchas de pana o de seda...
Pero, aparte: no gasta en las ligas
porque el traje no exige las medias.
He aquí, pues, mis queridos lectores
el retrato de la panameña,
que en los días de alegres jolgorios
el Punto, aire alegre, muy bien zapatea.
por Darío Herrera
Tarde. En la arena con sordos rumores
tienden las olas sus crenchas de espuma;
húmeda brisa el ambiente perfuma
con salitrosos, sutiles olores.
Lento el ocaso sus ígneos colores
en una diáfana sombra defuma,
y sobre el agua, entre velos de bruma,
Héspero vierte sus blancos fulgores.
Crece la sombra. Su toque sonoro
dan las campanas al aire durmiente
brotan los astros cual lises de oro;
Y al extinguirse la luz vespertina,
entre las rojas pinturas de Oriente
muestra la luna su faz opalina.
Espero este esfuerzo sea del agrado de nuestros lectores, permita exaltar lo panameño y ayude ampliar el conocimiento de nuestra literatura, que es tan rica en todos sus géneros.
Francisco Palacios Coronel