miércoles, 7 de mayo de 2014

Promoción 1980 del Colegio Javier, Discurso de despedida.

Palabras pronunciadas por el joven graduando Juan Carlos Varela, Presidente de la República de Panamá 2014-2019, en la graduación del Colegio Javier en el año 1980.



Para mi es un honor dirigirles estas palabras a nombre propio y de mis compañeros, en este momento en el que recibimos el preciado diploma que certifica la culminación de nuestros estudios secundarios. Ahora cuando la emoción se apodera de nuestros cuerpos, pasan por nuestras mentes recuerdos gratos de lo que fue nuestra vida colegial, recuerdos de los momentos tristes y felices que compartimos juntos con padres, profesores y maestros en la que un día fue nuestro segundo hogar.

Recordamos con nostalgia: Nuestras primeras amistades. Nuestra graduación de sexto grado. Recordamos aquella primaria, aquel silencioso edificio que vio con el pasar de los años, como aquel niño travieso se iba convirtiendo en un joven responsable. Nos vienen a la mente aquellos inolvidables años de secundaria, donde trabajábamos junto a nuestros profesores por nuestra educación; nuestra partida al servicio social, y este inolvidable último año en un curso donde reinó el compañerismo y la camaradería. Pero todos estos recuerdos; toda esta nostalgia, se convierten en alegría al saber que hemos culminado satisfactoriamente nuestros estudios, al saber que saldremos a la vida con una preparación tanto académica como social muy difícil de superar; es ahora cuando nos damos cuenta lo mucho que valieron las horas de estudio y de trabajo. Hoy, culmina esta primera etapa de nuestra educación; no nos queda más que agradecer a esta grandiosa familia javeriana.

A ustedes profesores, que trabajaron constantemente durante tantos años, día tras día para darnos una educación de la cual nos sentimos orgullosos; sabemos que lo único que ustedes buscaban era brindarnos la mejor educación posible, nadie más que nosotros les podemos decir que cumplieron con su objetivo, que cumplieron su tarea. Nunca los podremos olvidar, pues gracias a ustedes, a sus horas de trabajo y de estudio, es que hoy podremos recibir este diploma.

En lo más profundo de nuestros corazones guardamos su ejemplo de profesores, de consejeros y de amigos para que nos sirva en nuestra futura vida. Gracias a ustedes, Jesuitas; quienes nos inculcaron con fuertes raíces la doctrina cristiana; quienes son criticados hoy día de revolucionarios por aquellas personas que se sienten afectadas por las voces de justicia y de libertad de la noble doctrina cristiana. Ustedes, que nos enseñaron que la vida no era sólo el dinero, que abandonan sus hogares, sus familias, sus amigos, su patria pues creen en la juventud, sepan, que no los defraudaremos y serán las actuaciones de esta juventud la recompensa a tantos años de trabajo y de sacrificio.

Por Ustedes Jesuitas se inició en este colegio el servicio social; al cual le debemos mucho, fue este servicio el que nos enseñó a interpretar la vida tal como es; fue el que nos hizo superar nuestro egoísmo; fue en donde nos dimos cuenta que aquel hombre, aquel campesino, no es ningún vago, sino un hombre trabajador al cual nunca se le ha dado oportunidad de superarse; es un hombre pobre pero mucho más rico que nosotros en espíritu, es aquel hombre que comparte lo que tiene, mientras nosotros rechazamos de dar lo que nos sobra. Fue este servicio social el que nos hizo superar las divisiones que por diferencias económicas y sociales se habían fomentado entre nosotros; así, nos convertimos en un grupo unido donde la verdad se sabía que era una amistad.

Ahora, salimos a la vida consciente de que no podemos ser felices mientras aquel campesino y muchos otros hombres en nuestra patria y en el mundo entero, no tienen el derecho a una educación, a una alimentación adecuada, no tienen ni siquiera el derecho a vivir. Poner nuestra capacidad al servicio de los demás. Luchar por la justicia y la libertad. Estos son los principios y los ideales cristianos que llevaremos con nosotros hasta el fin de nuestras vidas.

Gracias Familia Javeriana, gracias conductores, profesores, secretarias, padres, gracias al Colegio Javier por estos momentos felices que vivimos en tus aulas, ha llegado la hora de despedirnos y abandonamos este colegio, abandonamos nuestro Colegio, abandonamos nuestra Alma Mater. Pero les prometemos llevar siempre adelante ese espíritu de Javeriano, que nos formaron. Este espíritu de amor, de sacrificio, de servicio, servicio a Dios, y a la Patria todos llevamos un difícil compromiso como Javerianos, y es: forjar la paz donde haya violencia, imponer el amor donde exista el odio, y luchar por la justicia donde reinen las injusticias. Como Javeriano no podremos callar ni pasar indiferentes ante el sufrimiento de tantos hombres.

En estos momentos, nos despedimos de este edificio, de este Colegio, pues no seremos más sus alumnos regulares, pero jamás, nos despediremos de este espíritu de Javeriano que llevamos toda la vida en nuestros corazones. Sólo te pido Señor, que nuestras voces de denuncia y de protesta no sean calladas por los intereses ajenos a tu voluntad. Adiós Alma Mater, adiós Colegio Javier. Te estamos eternamente agradecidos pues no hiciste de nosotros una máquina sin sentimientos ni conciencia. Gracia pues porque hiciste de nosotros hombres de verdad dispuestos a luchar por un mundo mejor.

Ha llegado la hora de partir; este grupo de jóvenes, de graduandos se dividirá; cada uno tomará diversos caminos, pero diversos caminos que nos llegará a un solo destino. Aunque separados físicamente estaremos siempre unidos en la lucha por la construcción de una Patria más justa, de una Patria más libre, y de una Patria más cristiana. Muchas gracias.